Los beneficios ocultos de los probióticos para el cerebro: estos son los que debes tomar

Muchos alimentos que se supone que deberían contener probióticos no los tienen porque han sido desactivados durante su proceso de elaboración.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) define los probióticos como los microorganismos vivos que, administrados en cantidades adecuadas, ejercen un efecto beneficioso sobre la salud del consumidor. Pero, desgraciadamente, no suelen llegar vivos y activos hasta el consumidor. Veamos el porqué y qué se consideran probióticos hoy en día.

¿Qué es lo que realmente sucede? El que sean probióticos en muchos casos conlleva un proceso de distribución y de comercialización que no es fácil para las empresas de distribución; de ahí que muchos sean tratados térmicamente después de la fermentación, de forma que se desactivan esos probióticos, según cuenta el director del laboratorio Microal, José Antonio Barroso, un experto en la materia y que lleva muchos años estudiándolos, que precisamente acaba de publicar SOS probióticos (Editorial Almuzara).

En el libro concreta este autor que en las últimas estimaciones se ha calculado que el peso de nuestra microbiota supone entre 1,5 y 2 kilogramos y está compuesta de unos 39 billones de microorganismos, y como mínimo mil tipos diferentes de bacterias. ¡Ahí es nada!

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A su vez, destaca que los probióticos no es que sean importantes en nuestro día a día sino que «son imprescindibles«. Es más, sostiene que el ser humano no hubiera llegado donde está sin ellos, al tiempo que remarca que tampoco los humanos podremos sobrevivir sin ellos. «Somos lo que somos gracias a los probióticos», recalca Barroso.

Fundamentales para la salud

Advierte que existen estudios que avisan de que muchas enfermedades son consecuencia de los efectos de una dieta agresiva o poco favorecedora sobre esa comunidad microbiana del intestino, tales como las alergias, las inflamaciones intestinales y la obesidad, entre otras muchas otras. «Ya tenemos mucha información sobre los problemas de salud ocasionados por disponer de una microbiota disminuida o debilitada«, lamenta.

En su opinión, quizá los más importantes para nosotros sean los microorganismos probióticos que ingerimos con los alimentos fermentados. «Los probióticos nos han acompañado desde que tenemos aparato digestivo. Antes de nacer, nuestra madre ya nos proveyó de ellos a través del líquido amniótico aportando microorganismos de su propia microbiota y, posteriormente, nos amamantó con un cóctel de nutrientes, entre los que se encontraban los gérmenes probióticos», relata.

Igualmente, Barroso mantiene que los probióticos son necesarios para nuestro bienestar físico, pero también cerebral, y por tanto, en nuestro proceso mental: «La microbiota intestinal tiene una gran repercusión en las capacidades cerebrales y por consiguiente en un sistema neurológico saludable. ¿Quién no ha oído hablar de que nuestro intestino es el segundo cerebro del cuerpo?».

Variada y equilibrada

Destaca en este sentido que una alimentación variada y equilibrada favorecerá esa microbiota intestinal, tan importante para preservar nuestra salud, y que muchas veces se ve mermada por el estrés del día a día, que tanto le daña.

«En el día a día, las situaciones de estrés afectan a los probióticos, los microplásticos actúan contra la flora intestinal, el alcohol consumido en grandes cantidades puede ser muy malo para los probióticos; pero lo peor de todo es que no consigamos que nos lleguen a nosotros vivos a los alimentos, lo importante de los probióticos es que sean una cantidad variada, de muchos tipos diferentes, y esto se consigue con alimentos diferentes», lamenta Barroso.

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Dice que, si por ejemplo, tenemos una flora intestinal pobre no generamos serotonina. «Los probióticos son los encargados de fabricar esta hormona de la felicidad, y si no lo hacen estaremos deprimidos, o bajo una situación de estrés en la que matamos a los probióticos. Este círculo se rompe de varias formas, por lo que debemos enriquecer al máximo nuestra flora, fundamentalmente con buenos hábitos de vida y una alimentación variada y equilibrada», defiende Barroso.

Proceso de comercialización

Como mencionaba anteriormente, uno de los principales problemas que tenemos hoy en día con los probióticos es que por las necesidades de la mercadotecnia se hayan eliminado los probióticos de la mayor parte de alimentos que han sido fermentados, y que se comercializan en las cadenas de distribución.

De otro lado, ensalza este especialista en probióticos que, de los que quedan vivos, existe un gran desconocimiento de la sociedad de su existencia, «no saben que están ahí», y no se valoran.

«Los probióticos aparecen siempre en alimentos fermentados, como la kombucha o el propio chorizo; sí, el chorizo, aunque no tal y como se comercializa, porque en él se han desactivado los probióticos; así como en la cerveza y en el vino, antes líquidos llenos de probióticos que ahora han desaparecido», subraya, a la vez que reseña que la miel de las abejas incluye ya los probióticos, pero en el proceso de comercialización estos también se eliminan.

Cree que para favorecer los probióticos activos lo ideal sería que en los etiquetados apareciera que son alimentos ricos en estos. Lamenta que una marca de yogures así lo pone, «son listos», cuando en realidad son todos los yogures los que tienen probióticos, aunque no lo ponga en su etiquetado.

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